martes, 16 de julio de 2013

LA DANZA DIARIA

"Listos... vamos a comenzar ya. Un vals lento por favor Maestro... Cou de pied croisé, concentrados... y saludo... sí Maestro..."

...Y así comienza la clase.

Sin dudarlo tengo el mejor trabajo del mundo: soy maestra de danza, de danza clásica, de ballet. Me dedico a formar bailarines profesionales que muchas veces desde sus 9, 10 u 11 añitos escogen la danza como modo de vida.

El ser humano y la danza suelen enamorarse a primera vista, en un primer contacto. La danza es lo máximo, es un lenguaje que te toca aunque no lo sepas hablar. El cuerpo y la técnica son los medios, pero la pasión lo es todo.

Cuando veo a los pequeños que entran apenas al primer año de la carrera, no puedo más que imaginarme todas las posiblidades que tienen por delante. La emoción de haber sido aceptados en una escuela profesional se les nota en los ojos y las ansias por empezar la primera clase y ser bailarines es más que evidente. Son individuos miniatura que a su corta edad están por comenzar a estudiar ya una licenciatura.

Si hubieran sabio bien en lo que se estaban metiendo... extenuantes clases de técnica que pretenden perfeccionar la ejecución de movimientos en posiciones que desfían la naturaleza anatómica del ser humano, el dolor muscular, la fatiga física, el en dehors, lo mucho que arden los ojos cuando les entra una gota de sudor, la valentía que se necesita para ponerse unas zapatillas de punta después de una ampolla, repetir un paso cien veces... dudar si lo lograrán o no. Comer adecuadamente, dormir adecuadamente, perderse fiestas de cumpleaños de amigos, comidas familiares o viajes porque siempre habrá ensayo, y siempre tendrán que estar dispuestos física y mentalemente para hacer el mejor de sus esfuerzos... siempre el mejor, y todo esto día tras día durante ocho años antes de graduarse para salir al mundo a buscar un contrato como bailarines profesionales y cumplir su sueño.

No hay nada más emocionante que soñar, creer que el sueño se puede volver realidad y tener la voluntad de trabajar para lograrlo. Y no hay mejor momento para un maestro de acompañar y guiar a sus alumnos que cuando este sueño se enfrenta a tanto.

Nadie nace sabiendo rotar las piernas, ni sabiendo cómo apuntar el pie al máximo, y además con línea... Pero esa, es una de las mejores partes, es lo que nos mueve a los maestros a pensar en interminables posibilidades para explicar de la manera más simple, divertida, creativa o profunda los mecanismos del cuerpo y del corazón para bailar.

Ver cómo los alumnos van perfeccionando la ejecución de los movimientos, comprendiendo las sensaciones y transformando su cuerpo es señal inequívoca de que los retos se van venciendo y de que el sueño poco a poco se va transformando en realidad. Pero verlos habilitando su capacidad de sentir y expresar al bailar, de opinar, de generar más y más determinación, de sentir pasión por lo que hacen es lo que le da verdadero sentido.

Esa es la Danza Diaria de mis niñas y niños que con ilusión, convicción, voluntad y cariño trabajan sin parar venciéndolo todo. Es mi Danza Diaria.

Ada Campos








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